domingo, 1 de diciembre de 2013

Carpe diem. Ensayos de alumnos de 4° 5ta

                         

VIVIR LA VIDA 




Viendo un canal de música escuché la canción “Vivir la vida” y me hizo pensar que nosotros, los adolescentes, tenemos que disfrutar nuestra juventud mientras podamos, porque no sabemos cuándo nos iremos al otro mundo. La vida es una sola, nadie sabe cuándo ni cómo va a terminar, lo único que nos queda es disfrutar el presente porque, como dice Góngora, nos convertiremos “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Yo creo que en la adolescencia es cuando se puede disfrutar más, porque cuando somos niños son mamá y papá los que nos dicen lo que está bien y lo que está mal, y en la vejez el cuerpo ya no tiene el mismo vigor.
Los adolescentes tenemos que disfrutar la vida aprovechando cada hora, minuto y segundo haciendo todo lo que nos guste y dejando de lado todos los sentimientos que nos angustien. Les voy a contar una anécdota: cuando estaba en mi fiesta de egresados de séptimo grado, mis compañeros bailaban y gozaban de la fiesta, mientras yo estaba sentada en una silla por el miedo al qué dirán, pero una amiga me dijo: “disfrutá la fiesta porque te vas arrepentir”, entonces fui al baño, me mire al espejo y me dije “Jaquelin, vas a ir a bailar y disfrutar de la fiesta porque ya no vas a poder retroceder el tiempo”, y así lo hice. 
Como dice el soneto XXIII de Garcilaso: “coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre”, aprovecha también la belleza de tu juventud antes de que el correr del tiempo cambie el color de tu pelo. 
El carpe diem aspira a regocijarse de todo lo que tenemos en el ahora, sea la juventud, los placeres carnales o la belleza porque el futuro es incierto y la vida es breve. Para concluir este ensayo, hay una frase del poeta toledano Garcilaso que sintetiza el carpe diem: “atrapa y goza la vida, tranquila y serenamente, antes de que lleguen, como algo natural, la vejez y la muerte”.

Jaquelin Peñaranda Mora
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Carpe Diem y adolescencia, mala junta

   Carpe Diem. Muchos conocen esta frase pero pocos saben su significado. Carpe Diem es igual a vivir el momento con cero preocupaciones, hacer lo que querés sin que nadie se meta. Es como el “YOLO” (You only live once – Sólo vives una vez), que deriva y tiene la misma visión de la vida que el Carpe Diem.
   Pero, pienso… ¿Realmente estamos preparados para vivir el Carpe Diem? Mmm... Yo creo que no, porque vivimos en una sociedad que no nos deja vivir del aire, por ejemplo: si quiero vivir el momento, no voy a perder el tiempo en ir a la escuela, pero sin embargo lo tengo que hacer, primero porque tengo 17 años  y mis papás me van a pegar una patada ya sabes dónde, y segundo necesito educarme para saber cómo manejarme. Otro ejemplo sería ¿de qué voy a vivir o de dónde voy a comer? Del aire no creo, puede ser que me la rebusque, pero vivir toda la vida así, no da… a menos que sea multimillonaria.
   Para Horatio y Boudelaire era muy fácil vivir el momento. Tenían mucha plata y lo único que hacían era escribir, si total ellos no vivían en la miseria como la mayoría  de la población.
    La sociedad de ahora empieza a vivir su momento más o menos a los veinte-treinta años ó cuando envejece. Obviamente que tenemos nuestros momentos en la adolescencia, por ejemplo: cuando  salimos a bailar, con amigos y hacemos cosas que nos gustan. Entre los veinte y los treinta somos más libres, porque nos vamos a independizar y vivir para nosotros mismos, si es que no tenemos hijos. Después cuando seamos más grandes y cumplamos nuestros objetivos, que no nos permitían vivir la vida como queríamos, vamos a disfrutar. Digo, cumplimos determinada edad, criamos nuestros hijos y probablemente a nuestros nietos, trabajamos y luego tenemos nuestra recompensa. No creo que vivamos la vida al máximo, pero en esa etapa de la vida, la adultez, va a ser la más próxima.
   Por este motivo creo Horatio y los demás escritores están equivocados. Según ellos, la mejor época es la adolescencia para poder disfrutar todo lo que queremos, pero repito… en la adolescencia nadie puede disfrutar, bah, sí… pero no de la manera en que estos señores lo plantean. A ver… la adolescencia es una etapa de cambio, podemos salir divertirnos, pero también están nuestros papás, la escuela, los hermosos cambios de humores (nótese el sarcasmo) y cosas que muchas veces no nos dejan disfrutar del todo. Además por más que digamos “YO VIVO EL MOMENTO, NO ME IMPORTA NADA, VIVO LA VIDA COMO QUIERO” siempre vamos a estar pensado en cosas, que aunque sean insignificantes no nos van a dejar disfrutar ó también nos podemos meter en problemas, porque de alguna manera, y no sé por qué, asocio el Carpe Diem con excesos, y no de los sanos. En cambio, en la adultez ya las vivimos todas, somos libres, tenemos en claro el bien y el mal, y vamos a querer vivir lo que antes no y con más ganas.


Plata María Sol 

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¿Vivir diariamente el “Carpe Diem”? Difícil…

Primero quiero describir lo que sería para mí el Carpe Diem: es hacer eso que queres cuando lo queres, en el lugar que queres, a la hora que queres. Aprovechar el día al máximo, sin preocupaciones por el mañana. Por ende ¿no sería complicado?
Con esto me refiero a que si fuera por mí, me la pasaría comiendo, saliendo, durmiendo y divirtiéndome… Pero al mismo tiempo pienso, me imagino, que el presidente de la fábrica de colchones en los cuales me la pasaría durmiendo, no quiere ir a trabajar porque simplemente desea dormir más, salir a pasear, nadar, etc. Igual, el problema no sería que faltase un solo día... El problema sería que dejara de trabajar por querer cumplir esos deseos. Si eso pasara, ¿cómo haría yo, y todas las personas que quieren o necesitan colchones, para poder dormir cómoda, todo el día como yo quiero? En definitiva, hay que tener obligaciones. Así también en el momento de poder vivir un poquito de “Carpe Diem” será más disfrutado.
Por otra parte, opino que tener tantas libertades aburre, todo lo contrario a lo que es el Carpe Diem (aprovechar el día). ¿Cómo aprovechar el día con lo difícil que es pensar en algo para “desaburrirte”?
Igual, vale aclarar, que siendo adolescente como lo soy, es difícil que me aburra, por ejemplo: no me gusta venir al colegio, me resuelta una rutina muy básica y fea pero cuando no voy, me aburro, sola en mi casa. En cambio, cuando voy, me río un montón con mis amigos y el día no se hace tan largo.
Estaría genial poder vivir el Carpe Diem como lo vivían grandes poetas como Horatio (que fue el “creador” de la frase “Carpe diem Quam minimum credula postero”) ya que el mismo tenía la posibilidad de hacerlo, su vida era más tranquila que la que tenemos hoy en día, con esta sociedad llena de obligaciones por cumplir…
En conclusión, que difícil sería vivir diariamente el Carpe Diem.
(Elegí esta imagen ya que cada cosa que deseamos hacer, cada sueño que no cumplimos lo guardamos en algún lugar como para después poder cumpliros, con respecto al texto de opinión que escribí, me parece que se representa lo que desearía hacer y no puedo por lo que ya explique anteriormente en el texto.)

Sofía Lanata

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“Las responsabilidades y el tiempo “
El carpe diem implica vivir el día a día como si fuera el último de nuestra vida, como lo dice el poeta Quinto Horacio Flaco en su Oda “ atrapa el día, confiada lo menos posible en el mañana” Lo que consideraría que es un tanto imposible ya que el sistema económico actual lo impide al tener que trabajar y estudiar, para poder sobrevivir, pues sin ello no es posible mantenerse.
El sistema no solo lo impide de esa manera, sino también las responsabilidades y la forma de vivir que tenemos impuesta por la sociedad, dependiendo del tipo de religión que tengamos, como formar una familia, mantener esa familia y envejecer.
Si se viviera el carpe diem, nada de eso se podría cumplir ya que uno sería libre de hacer lo que quiere y no tendría que tomar ciertas responsabilidades, como criar y mantener a sus hijos y, por esa razón, debemos trabajar. Es por eso que la vida que llevamos, hoy en día, no es compatible con el estilo de vida que implica el carpe diem.
El tiempo también es algo clave para el carpe diem, ya que a medida que uno va envejeciendo, ciertas acciones no son posibles de hacer, como cuando eran jóvenes, ya que el cuerpo no lo resiste, por las diversas enfermedades que se pueden tener; también no tiene se la misma agilidad y la  fuerza que antes; como lo dice en el soneto de Luis de Góngora “No solo en plata o viola troncada se vuelva, más tu y ello conjuntamente en tierra , eh humo, en polvo, en sombra , en nada”
Es por eso que el carpe diem también se lo relaciona con la juventud que es la época  de la vida de una persona en la cual uno más disfruta y tiene la posibilidad de hacer lo que quiere sin tener muchas responsabilidades; como las tiene las personas adultas.

Mariana de los Ángeles Martínez


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                   Carpe diem

El carpe diem está excelente pero en la sociedad de hoy en día me parece que no lo podemos disfrutar ya que los hábitos y las costumbres nos lo impiden.
En un párrafo del soneto del Garcilaso de la Vega él dice “marchitará  la rosa el viento helado. Todo mudara la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre”
El quiere decir que si nosotros no hacemos cambios en nuestra vida cotidiana nos moriremos sin haber disfrutado la vida.
Si todos nosotros ejercemos el carpe diem no va ver desarrollo físico, mental, personal y tecnológico porque depende mucho de nuestra disciplina y nuestra trabajo laboral.
Si nos apegamos al carpe diem estaríamos atrasados tecnológicamente, económicamente y socialmente.
En un epitafio se lee esto “no fui nada, y ahora nada soy, pero tú,  que aun existes, bebe, goza de la vida..., y luego ven”.
En el epitafio se puede entender que esa persona ya murió  y nos dice que nosotros, que aun estamos vivos, hay que vivir de  la vida  y  no dejemos que la vida nos viva, que la gocemos y que luego recién vayamos con él, ó sea que descansemos en paz, claro que podemos  vivir la vida pero con moderación porque en exceso todo es dañino.
Como en un principio lo dije el carpe diem no lo podemos ejercer hoy en día, la vida cotidiana no nos lo permite.
El día a día el trabajo laboral o los estudios son labores que nosotros tenemos que cumplir, todo tiene su momento y su tiempo.
El tiempo avanza  y nosotros también tenemos que  avanzar; la vida sigue y nosotros también tenemos que seguir.
En conclusión  el carpe diem es extraordinario, hay que disfrutar de la vida, en la vida todo se puede solo que hay que hay que darnos tiempo para todo, y si en algún momento llega la muerte los jóvenes que disfrutaron el carpe diem van a ver a la muerte “sin rencor y sin remordimiento”, como dice Boudelaire.
 María Palomino

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 Atrapa el momento,  es único. “Carpe diem” es, tal vez, una manera de vivir, solo para expertos. La vida es una sola y es muy poco valorada. Los momentos son solo un instante, desaparecen en el aire y en el tiempo. Como dice Horatio (65a.C – 8a.C) en Oda XI: “atrapa el día confiada lo menos posible en el mañana”.

 A veces me gustaría vivir la vida más serena y calmadamente, disfrutando cada día y exprimiéndolo con audacia, pero el día a día me lo imposibilita destrozando oportunamente cada momento de relajación y de descanso, muy pocos son los días en los que puedo disfrutar mi existencia. Mis padres, mis amigos (y, a veces hasta yo mismo) me insisten siempre en que me empeñe en la búsqueda de un futuro mejor, pero ¿Qué es un “futuro mejor”? Desde siempre creí que disfrutar de una “vida mejor” era soñar con un buen trabajo y buen sueldo, tener una familia, una mascota, y cargar con alguna profesión. Pero una vida mejor, desde mi punto de vista ahora, que crecí y que entiendo que maduré, como dice la lápida encontrada en la antigua Abdera “no fui nada, y ahora nada soy, pero tú que ahora existes, bebe, goza de la vida y luego ven”. Es disfrutarla con mis gustos, mis decisiones y mi pasión; disfrutarla todos los días, sin preocuparme por lo que vendrá después, pero aún así, entiendo que hay un mañana y que no puedo despreocuparme por mi propia vida.

Como explica el poeta Boudelaire en su poema ‘El enemigo’, es preciso aprender del pasado, sabiendo que cada error debe ser único. Los errores son indispensables para aprender, aunque la experiencia llegué completamente en nuestros últimos años, esos años que ya no cuentan con la energía suficiente para ser.


La vita non esperate tempo vola

Abraza tus sentimientos. Descarga tus emociones. Entiende el mañana y aprende del Pasado.

 Carpe Diem.

Francisco Saravia

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La juventud es algo muy lindo que nosotros los adolescentes tenemos que disfrutar siendo felices como podamos y tratando de hacer lo que anhelamos, saliendo a divertirnos, a bailar con amigos/as disfrutando la vida día a día porque, luego cuando seamos personas mayores no vamos a poder hacer lo mismo que hacíamos cuando éramos jóvenes.

Como dice el poeta Horacio Flaco: “Coge, agarra el día”; “aprovecha la ocasión o el momento”, “Vive a tope la vida”, ante la certidumbre de que pronto llegara la vejez y la muerte.

Si nosotros los adolescentes no disfrutamos de la juventud y no nos atrevemos a tomar decisiones, cuando lleguemos a la vejez y el momento de la muerte llegue, nos arrepentiremos de  todo ese tiempo que perdimos y también de no haber hecho las cosas que podíamos y queríamos hacer en la juventud y pero ya será muy tarde para todo eso.

Como decía en la lápida de una tumba romana:”no fui nada, y ahora nada soy. / Pero tú, que aun existes, bebe, goza de la vida..../ y luego ven”.

En fin, disfruta la vida, tomando buenas decisiones, cumpliendo tus metas y no te limites a lo que desees hacer y sobre todo aprovecha tu juventud que es la etapa más importante de la vida.
 Fiorella Bautista Yarma

Carpe diem. Ensayos de alumnos de 4° 4ta

El Carpe diem es una expresión de raíces latinas concebido por el poeta romano Horacio. Su traducción es la frase “cosecha el día,” cuyo significado se refiere a el aprovechamiento del día y no malgastar ningún segundo, como se encuentra expresado en el Soneto xxiii de Garcilaso de la Vega (1501-1536).
Además de Horacio, muchos autores trataban el Carpe diem en sus poesías “No fui nada, y ahora nada soy/ pero tú, que aún existes, bebe, goza la vida/ y luego ven” dice Guerredo.
En sí es la famosa frase de “Vive el momento” es muy conocida y utilizada en la actualidad por muchos mayores y también por nosotros los adolescentes.
Pero, ¿En realidad es practicado en nuestras vidas diarias? O solamente es una referencia a lo que en cierta parte queremos para nuestras vidas.
Pienso que esta solamente lo utilizamos en momentos de diversión, donde te encontras con amigos y la pasas de maravilla con ellos.
Si utilizáramos todo el tiempo Carpe diem, no tendríamos metas al futuro.
Así como me dicen mis padres: “Todo tiene su momento y no hay que apresurarse a hacer cosas que aún no es su tiempo”.
Porque los años pasan en la vida y no vuelven, hay que disfrutar lo que te está tocando vivir, ya sea un momento de tristeza o alegría. Son pequeños recuerdos que no vuelven a suceder.
Así lo remarca el cuento de “Hoy temprano”. Donde el niño con su familia comienza su viaje en el auto y no termina su recorrido hasta que aquel niño ya es adulto.
El Carpe diem también es caracterizado por “No dejar pasar el momento” y esto se muestra en el cuento “Carpe Diem”, de Alberto Castillo, donde un hombre deja pasar el tiempo y cuando se retracta ya había pasado 5 meses y su enamorada se encontraba muerta, entonces deciden pasar el día y al final de día se encuentra solo contando su historia melancólicamente.

Para concluir, pienso que el Carpe diem es hermoso cuando estamos en compañía de amigos, pero no es el mejor camino que uno puede escoger, ya que en la vida hay cosas que tenemos que medir y pensar en las consecuencias futuras. 

Daniela S. D. Ausa Canales


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 El tiempo no vuelve.



Cuando hablamos de envejecer, estamos hablando de acercamos a la muerte y eso nos asusta a todos, o a casi todos. Garcilaso de la Vega, en el Soneto XXIII, dice “coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre”. Creo que es por esta reflexión que la gente mayor muchas veces busca aparentar menos edad y evitar el paso del tiempo haciendo cosas como: vestirse cual jóvenes, hablar con un vocabulario juvenil y moderno, hacerse cirugías estéticas y tratamientos contra arrugas y líneas de expresión, entre otras actitudes de adolescentes. Tratan de rodearse de gente joven, por eso es que también buscan parejas de menor edad y frecuentan boliches o discotecas. Hay una canción de Los Auténticos Decadentes que describe perfectamente esto que estoy mencionando, “quiero ser un pendejo aunque me vuelva viejo”.

Desde mi punto de vista, no son necesarias tales cosas ya que, por ejemplo las arrugas son una clara expresión de la experiencia que los años le dieron a esa persona adulta. Me parece que al igual que nosotros los jóvenes, los mayores deben aprovechar el momento y no preocuparse tanto por aparentar algo que al fin y al cabo no son, algo que ya pasó por sus vidas. Tendríamos que disfrutar cada momento de nuestras vidas, ya que cada uno es único e irrepetible.

Los adultos siempre nos dicen “no quemes etapas” que es algo con lo que personalmente estoy de acuerdo, pero al mismo tiempo yo les diría que no retrocedan, que vayan para adelante y siempre se enorgullezcan de su edad, de la experiencia de vida. Haciendo referencia a lo que dice Horacio, tenemos que atrapar el día, confiados lo menos posible en el mañana, ya seamos niños, adolescentes, adultos o ancianos.


Carla Vargas

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Nosotros , los jóvenes , tenemos una etapa de la vida , la adolescencia, en la que uno quiere hacer cosas que para sus padres es muy temprano todavía , pero para nosotros n , por ejemplo como dice Carmen 5 de Catulo :“hagamos caso omiso al cuchicheo de los ancianos. Puede morir el sol y renacer, mas, una vez que muera nuestra breve luz, una y eterna noche para dormir nos queda”.Su  visión del tiempo no es la misma que la nuestra, porque como ellos ya tienen experiencia, nos quieren “cuidar” , no quieren que cometamos los mismos errores y siempre están pensando para el “mañana” , como expresa el poema de Góngora :
“goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lirio, clavel, cristal reluciente. No solo en plata o viola troncada se vuelva, mas tu y ello conjuntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”.
Por ejemplo, muchas veces los adultos nos dicen frases como “ guardá para mañana” , “cuando seas mas grande” , “ el día de mañana” , “ todo a su tiempo” , y muchas cosa más. Pero hay ocasiones en que nosotros decimos que son unos “ viejos antiguos y amargados” y no les hacemos caso. Nosotros pensamos en el presente y casi no nos importa lo que nos dicen o su actitud conservadora , porque disfrutamos el momento sin pensar en las consecuencias que nos puedan llegar a pasar en el futuro. Como afirma Oda XI de Horatio : “ carpe diem, quam minimum credula postrero”, esto quiere decir “ atrapa el día, confiada lo menos posible en el mañana” o sea , yo estoy a favor del carpe diem , de disfrutar el día a día y no pensar en el mañana o cuando muera , porque no tiene sentido, ya que no sabes lo que pueda pasar , prefiero divertirme ahora que soy joven , antes de envejecer con mis propios pensamientos.

Rocío Elizabeth Alvarez Yunge

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Si bien el carpe-diem predica “vive el momento y no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, estoy de acuerdo con lo que dice. Hay que disfrutar el presente, el hoy y no dejarlo para mañana ,disfrutar de la juventud y no desperdiciarla como dice el poema “El enemigo”:
“mi juventud no fue sino un gran temporal atravesado ,a rachas, por soles cegadores; hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón …”
Nosotros, los jóvenes, tratamos de disfrutar el día a todo lo que da aunque nuestros padres nos limiten, por ejemplo: en mi caso, siempre cuando quiero ir algún lugar o hacer algo ellos me dicen que NO! Pero siempre trato de encontrar la forma para convencerlos, ya sea diciendo que me saqué un 10 en  matemáticas o en cualquier otra cosa relacionado con el estudio, porque es la única forma de que, a nuestra edad, podemos tener contentos a nuestros padres. Sin embargo, siempre hay un punto en que nos limitan y hay que aceptarlo, aunque no estemos de acuerdo  con lo que digan. Ellos siempre nos dicen cosas como: “estudiá, dejá de andar de joda en joda”  y siempre tienen esa frase de “no te lo digo por el bien de nosotros, es por tu bien y para que más adelante tengas una profesión a la cual acudir”.
También nuestros padres nos limitan con el tema de tener novio, es algo que a mí realmente no me gusta para nada y nosotros nos preguntamos por qué NO?  Cuando realmente muchos de ellos se ponían de novios a 15 0 16 años, por qué ellos sí y nosotros no; cuando ellos ya disfrutaron su juventud y a nosotros no nos dejan disfrutar la nuestra. Pero… aunque ellos nos digan que no, de todas formas nosotros no hacemos caso a lo que nos dicen; como dice el poema “Carmen 5”:

“Hagamos caso omiso
Al cuchicheo de los ancianos
Puede morir el sol y renacer,
Mas, una vez que muere nuestra breve luz
Una y eterna noche para dormir nos queda". 

En conclusión, estoy realmente de acuerdo con el carpe-diem, hay que disfrutar nuestro presente, tener en claro  que la juventud es  el mejor ejemplo del carpe-diem, que solo importa el aquí y el ahora y que el mañana NO.

Suggey Reluz 

martes, 20 de marzo de 2012

Literatura del hambre. Parte III: "El antropófago", de Pablo Palacio

El antropófago (1926)
Pablo Palacio
 
Allí está, en la Penitenciaria, asomando por entre las rejas su cabeza grande y oscilante, el antropófago.Todos lo conocen. Las gentes caen allí como llovidas por ver al antropófago. Dicen que en estos tiempos es un fenómeno. Le tienen recelo. Van de tres en tres, por lo menos, armados de cuchillas, y cuando divisan su cabeza grande se quedan temblando, estremeciéndose al sentir el imaginario mordisco que les hace poner carne de gallina. Después le van teniendo confianza; los más valientes han llegado hasta provocarle, introduciendo por un instante un dedo tembloroso por entre los hierros. Así repetidas veces como se hace con las aves enjauladas que dan picotazos.
Todos lo conocen. Las gentes caen allí como llovidas por ver al antropófago. Dicen que en estos tiempos es un fenómeno. Le tienen recelo. Van de tres en tres, por lo menos, armados de cuchillas, y cuando divisan su cabeza grande se quedan temblando, estremeciéndose al sentir el imaginario mordisco que les hace poner carne de gallina. Después le van teniendo confianza; los más valientes han llegado hasta provocarle, introduciendo por un instante un dedo tembloroso por entre los hierros. Así repetidas veces como se hace con las aves enjauladas que dan picotazos.Pero el antropófago se está quieto, mirando con sus ojos vacíos.Algunos creen que se ha vuelto un perfecto idiota; que aquello fue sólo un momento de locura.Pero no les oiga; tenga mucho cuidado frente al antropófago: estará esperando un momento oportuno para saltar contra un curioso y arrebatarle la nariz de una sola dentellada.Medite Ud. en la figura que haría si el antropófago se almorzara su nariz.¡Ya lo veo con su aspecto de calavera!¡Ya lo veo con su miserable cara de lázaro, de sifilítico o de canceroso! ¡Con el unguis asomando por entre la mucosa amoratada! ¡Con los pliegues de la boca hondos, cerrados como un ángulo!Va Ud. a dar un magnífico espectáculo.Vea que hasta los mismos carceleros, hombres siniestros, le tienen miedo.La comida se la arrojan desde lejos.El antropófago se inclina, husmea, escoge la carne -que se la dan cruda-, y la masca sabrosamente, lleno de placer, mientras la sanguaza le chorrea por los labios.Al principio le prescribieron dieta: legumbres y nada más que legumbres; pero había sido de ver la gresca armada. Los vigilantes creyeron que iba a romper los hierros y comérselos a toditos. ¡Y se lo merecían los muy crueles! ¡Ponérseles en la cabeza el martirizar de tal manera a un hombre habituado a servirse de viandas sabrosas! No, esto no le cabe a nadie. Carne habían de darle, sin remedio, y cruda. ¿No ha comido usted alguna vez carne cruda? ¿Por qué no ensaya?Pero no, que pudiera habituarse, y esto no estaría bien. No estaría bien porque losperiódicos, cuando usted menos lo piense, le van a llamar fiera, y no teniendo nada de fiera, molesta.No comprenderían los pobres que el suyo sería un placer como cualquier otro; comocomer la fruta en el mismo árbol, alargando los labios y mordiendo hasta que la miel corra por la barba.Pero ¡qué cosas! No creáis en la sinceridad de mis disquisiciones. No quiero que nadie se forme de mí un mal concepto; de mí, una persona tan inofensiva.Lo del antropófago sí es cierto, inevitablemente cierto.El lunes último estuvimos a verlo los estudiantes de Criminología.Lo tienen encerrado en una jaula como de guardar fieras.¡Y qué cara de tipo! Bien me lo he dicho siempre: no hay como los pícaros para disfrazar lo que son.Los estudiantes reíamos de buena gana y nos acercamos mucho para mirarlo.Creo que ni yo ni ellos lo olvidaremos Estábamos admirados, y ¡cómo gozábamos almismo tiempo de su aspecto casi infantil y del fracaso completo de las doctrinas denuestro profesor! -Véanlo, véanlo como parece un niño -dijo uno. -Sí, un niño visto con una lente. -Ha de tener las piernas llenas de roscas. -Y deberán ponerle talco en las axilas para evitar las escaldaduras. -Y lo bañarán con jabón de Reuter.- Ha de vomitar blanco. -Y ha de oler a senos.Así se burlaban los infames de aquel pobre hombre que miraba vagamente y cuyagran cabeza oscilaba como una aguja imantada.Yo le tenía compasión. A la verdad, la culpa no era de él. ¡Qué culpa va a tener unantropófago! Menos si es hijo de un carnicero y una comadrona, como quien dice del escultor Sofronisco y de la partera Fenareta. Eso de ser antropófago es como ser fumador, o pederasta, o sabio.Pero los jueces le van a condenar irremediablemente, sin hacerse estas consideraciones.Van a castigar una inclinación naturalísima: esto me rebela. Yo no quiero que se proceda de ninguna manera en mengua de la justicia. Por esto quiero dejar aquí constancia, en unas pocas líneas, de mi adhesión al antropófago. Y creo que sostengo una causa justa.Me refiero a la irresponsabilidad que existe de parte de un ciudadano cualquiera, aldar satisfacción a un deseo que desequilibra atormentadoramente su organismo.Hay que olvidar por completo toda palabra hiriente que yo haya escrito en contra de ese pobre irresponsable. Yo, arrepentido, le pido perdón.Sí, sí, creo sinceramente que el antropófago está en lo justo; que no hay razón para que los jueces, representantes de la vindicta pública...
Pero qué trance tan duro... Bueno... lo que voy a hacer es referir con sencillez loocurrido... No quiero que ningún malintencionado diga después que soy yo parientede mi defendido, como ya me lo dijo un Comisario a propósito de aquel asunto deOctavio Ramírez.Así sucedió la cosa, con antecedentes y todo:En un pequeño pueblo del Sur, hace más o menos treinta años, contrajeron matrimonio dos conocidos habitantes de la localidad: Nicanor Tiberio, dado al oficio de matarife, y Dolores Orellana, comadrona y abacera.A los once meses justos de casados les nació un muchacho, Nico, el pequeño Nico, que después se hizo grande y ha dado tanto que hacer.La señora de Tiberio tenía razones indiscutibles para creer que el niño era oncemesino, cosa rara y de peligros. De peligros porque quien se nutre por tanto tiempo de sustancias humanas es lógico que sienta más tarde la necesidad de ellas.Yo desearía que los lectores fijen bien su atención en este detalle, que es a mi ver justificativo para Nico Tiberio y para mí, que he tomado cartas en el asunto.Bien. La primera lucha que suscitó el chico en el seno del matrimonio fue a los cinco años, cuando ya vagabundeaba y comenzó a tomársele en serio. Era a propósito de la profesión. Una divergencia tan vulgar y usual entre los padres, que casi, al parecer, no vale la pena darle ningún valor. Sin embargo, para mí lo tiene.Nicanor quería que el muchacho fuera carnicero, como él. Dolores opinaba que debía seguir una carrera honrosa, la Medicina. Decía que Nico era inteligente y que no había que desperdiciarlo. Alegaba con lo de las aspiraciones -las mujeres son especialistas en lo de las aspiraciones.Discutieron el asunto tan acremente y tan largo que a los diez años no lo resolvíantodavía. El uno: que carnicero ha de ser; la otra: que ha de llegar a médico. A los diez años Nico tenía el mismo aspecto de un niño; aspecto que creo olvidé de describir.Tenía el pobre muchacho una carne tan suave que le daba ternura a su madre; carne de pan mojado en leche, como que había pasado tanto tiempo curtiéndose en las entrañas de Dolores.Pero pasa que el infeliz había tomádole serias aficiones a la carne. Tan seriasque ya no hubo que discutir: era un excelente carnicero. Vendía y despostaba que era de admirarlo.Dolores, despechada, murió el 15 de mayo de l906 (¿Será también este un dato esencial?).Tiberio, Nicanor Tiberio, creyó conveniente emborracharse seis días seguidos y elséptimo, que en rigor era de descanso, descansó eternamente. (Uf, esta va resultando tragedia de cepa).Tenemos, pues, al pequeño Nico en absoluta libertad para vivir a su manera, sólo ala edad de diez años.Aquí hay un lago en la vida de nuestro hombre. Por más que he hecho, no he podido recoger los datos suficientes para reconstruirla. Parece, sin embargo, que no sucedió en ella circunstancia alguna capaz de llamar la atención de sus compatriotas.Una que otra aventurilla y nada más.Lo que se sabe a punto fijo es que se casó, a los veinticinco, con una muchacha de regulares proporciones y medio simpática. Vivieron más o menos bien. A los dos años les nació un hijo, Nico, de nuevo Nico.De este niño se dice que creció tanto en saber y en virtudes, que a los tres años, por esta época, leía, escribía, y era un tipo correcto: uno de esos niños seriotes y pálidos en cuyas caras aparece congelado el espanto.La señora de Nico Tiberio (del padre, no vaya a creerse que del niño) le había echado ya el ojo a la abogacía, carrera magnífica para el chiquitín. Y algunas veces había intentado decírselo a su marido. Pero éste no daba oídos, refunfuñando. ¡Esas mujeres que andan siempre metidas en lo que no les importa! Bueno, esto no le interesa a Ud.; sigamos con la historia:
La noche del 23 de marzo, Nico Tiberio, que vino a establecerse en la Capital tresaños atrás con la mujer y el pequeño -dato que he olvidado de referir a su tiempo se quedó hasta bien tarde en un figón de San Roque, bebiendo y charlando.Estaba con Daniel Cruz y Juan Albán, personas bastante conocidas que prestaron,con oportunidad, sus declaraciones ante el Juez competente. Según ellos, el tantas veces nombrado Nico Tiberio no dio manifestaciones extraordinarias que pudieran hacer luz en su decisión. Se habló de mujeres y de platos sabrosos. Se jugó un poco a los dados. Cerca de la una de la mañana, cada cual la tomó por su lado.(Hasta aquí las declaraciones de los amigos del criminal. Después viene su confesión, hecha impúdicamente para el público).Al encontrarse solo, sin saber cómo ni por qué, un penetrante olor a carne fresca empezó a obsesionarlo. El alcohol le calentaba el cuerpo y el recuerdo de la conversación le producía abundante saliveo. A pesar de lo primero, estaba en sus cabales.Según él, no llegó a precisar sus sensaciones. Sin embargo, aparece bien clarolo siguiente:Al principio le atacó un irresistible deseo de mujer. Después le dieron ganas de comer algo bien sazonado; pero duro, cosa de dar trabajo a las mandíbulas. Luego le agitaron temblores sádicos: pensaba en una rabiosa cópula, entre lamentos, sangre y heridas abiertas a cuchilladas.Se me figura que andaría tambaleando, congestionado.A un tipo que encontró en el camino casi le asalta a puñetazos, sin haber motivo.A su casa llegó furioso. Abrió la puerta de una patada. Su pobre mujercita despertócon sobresalto y se sentó en la cama. Después de encender la luz se quedó irándolotemblorosa, como presintiendo algo en sus ojos colorados y saltones.Extrañada, le preguntó: -¿Pero qué te pasa, hombre?Y él, mucho más borracho de lo que debía estar, gritó: -Nada, animal; ¿a ti qué te importa? ¡A echarse!Mas, en vez de hacerlo, se levantó del lecho y fue a pararse en medio de la pieza.¿Quién sabía qué le irían a mentir a ese bruto?La señora de Nico Tiberio, Natalia, es morena y delgada.Salido del amplio escote de la camisa de dormir, le colgaba un seno duro y grande.Tiberio, abrazándola furiosamente, se lo mordió con fuerza. Natalia lanzó un grito.
Nico Tiberio, pasándose la lengua por los labios, advirtió que nunca había probadomanjar tan sabroso. ¡Pero no haber reparado nunca en eso! ¡Qué estúpido! ¡Tenía que dejar a sus amigotes con la boca abierta!Estaba como loco, sin saber lo que le pasaba y con un justificable deseo deseguir mordiendo.Por fortuna suya oyó los lamentos del chiquitín, de su hijo, que se frotaba los ojos con las manos.Se abalanzó gozoso sobre él; lo levantó en sus brazos, y, abriendo mucho la boca, empezó a morderle la cara, arrancándole regulares trozos a cada dentellada, riendo, bufando, entusiasmándose cada vez más.El niño se esquivaba y él se lo comía por el lado más cercano, sin dignarse escoger.Los cartílagos sonaban dulcemente entre los molares del padre. Se chupaba los dientes y lamía los labios. ¡El placer que debió sentir Nico Tiberio!Y como no hay en la vida cosa cabal, vinieron los vecinos a arrancarle de su abstraído entretenimiento. Le dieron de garrotazos, con una crueldad sin límites; le ataron, cuando le vieron tendido y sin conocimiento; le entregaron a la Policía... ¡Ahora se vengarán de él!Pero Tiberio (hijo), se quedó sin nariz, sin orejas, sin una ceja, sin una mejilla.Así, con su sangriento y descabado aspecto, parecía llevar en la cara todas las ulceraciones de un Hospital.Si yo creyera a los imbéciles tendría que decir: Tiberio (padre) es como quien se come lo que crea.






Literatura del Hambre. Parte II: "La carne" de Virgilio Piñera

SUCEDIÓ CON GRAN SENCILLEZ, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la población sufría de falta de carne. Todo el mundo se alarmó y se hicieron comentarios más o menos amargos y hasta se esbozaron ciertos propósitos de venganza. Pero, como siempre sucede, las protestas no pasaron de meras amenazas y pronto se vio a aquel afligido pueblo engullendo los más variados vegetales.Sólo que el señor Ansaldo no siguió la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y, acto seguido, bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete. Tras haberlo limpiado lo adobó con sal y vinagre, lo pasó –como se dice– por la parrilla, para finalmente freírlo en la gran sartén de las tortillas del domingo.

Sentóse a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que venía a desahogarse... Pero Ansaldo, con elegante ademán, le hizo ver el hermoso filete. El vecino preguntó y Ansaldo se limitó a mostrar su nalga izquierda. Todo quedaba explicado. A su vez, el vecino deslumbrado y conmovido, salió sin decir palabra para volver al poco rato con el alcalde del pueblo. Éste expresó a Ansaldo su vivo deseo de que su amado pueblo se alimentara, como lo hacía Ansaldo, de sus propias reservas, es decir, de su propia carne, de la respectiva carne de cada uno. Pronto quedó acordada la cosa y después de las efusiones propias de gente bien educada, Ansaldo se trasladó a la plaza principal del pueblo para ofrecer, según su frase característica, “una demostración práctica a las masas”.Una vez allí hizo saber que cada persona cortaría de su nalga izquierda dos filetes, en todo iguales a una muestra en yeso encarnado que colgaba de un reluciente alambre. Y declaraba que dos filetes y no uno, pues si él había cortado de su propia nalga izquierda un hermoso filete, justo era que la cosa marchase a compás, esto es, que nadie engullera un filete menos. Una vez fijados estos puntos diose cada uno a rebanar dos filetes de su respectiva nalga izquierda. Era un glorioso espectáculo, pero se ruega no enviar descripciones. Por lo demás, se hicieron cálculos acerca de cuánto tiempo gozaría el pueblo de los beneficios de la carne. Un distinguido anatómico predijo que sobre un peso de cien libras, y descontando vísceras y demás órganos no ingestibles, un individuo podía comer carne durante ciento cuarenta días a razón de media libra por día. Por lo demás, era un cálculo ilusorio. Y lo que importaba era que cada uno pudiese ingerir su hermoso filete.

Pronto se vio a señoras que hablaban de las ventajas que reportaba la idea del señor Ansaldo. Por ejemplo, las que ya habían devorado sus senos no se veían obligadas a cubrir de telas su caja torácica, y sus vestidos concluían poco más arriba del ombligo. Y algunas, no todas, no hablaban ya, pues habían engullido su lengua, que dicho sea de paso, es un manjar de monarcas. En la calle tenían lugar las más deliciosas escenas: así, dos señoras que hacía muchísimo tiempo no se veían no pudieron besarse; habían usado sus labios en la confección de unas frituras de gran éxito. Y el alcaide del penal no pudo firmar la sentencia de muerte de un condenado porque se había comido las yemas de los dedos, que, según los buenos gourmets (y el alcaide lo era) ha dado origen a esa frase tan llevada y traída de “chuparse la yema de los dedos”.

Hubo hasta pequeñas sublevaciones. El sindicato de obreros de ajustadores femeninos elevó su más formal protesta ante la autoridad correspondiente, y ésta contestó que no era posible slogan alguno para animar a las señoras a usarlos de nuevo. Pero eran sublevaciones inocentes que no interrumpían de ningún modo la consumación, por parte del pueblo, de su propia carne.
Uno de los sucesos más pintorescos de aquella agradable jornada fue la disección del último pedazo de carne del bailarín del pueblo. Éste, por respeto a su arte, había dejado para lo último los bellos dedos de sus pies. Sus convecinos advirtieron que desde hacía varios días se mostraba vivamente inquieto. Ya sólo le quedaba la parte carnosa del dedo gordo. Entonces invitó a sus amigos a presenciar la operación. En medio de un sanguinolento silencio cortó su porción postrera, y sin pasarla por el fuego la dejó caer en el hueco de lo que había sido en otro tiempo su hermosa boca. Entonces todos los presentes se pusieron repentinamente serios.

Pero se iba viviendo, y era lo importante, ¿Y si acaso...? ¿Sería por eso que las zapatillas del bailarín se encontraban ahora en una de las salas del Museo de los Recuerdos Ilustres? Sólo se sabe que uno de los hombres más obesos del pueblo (pesaba doscientos kilos) gastó toda su reserva de carne disponible en el breve espacio de 15 días (era extremadamente goloso, y por otra parte, su organismo exigía grandes cantidades). Después ya nadie pudo verlo jamás. Evidentemente se ocultaba... Pero no sólo se ocultaba él, sino que otros muchos comenzaban a adoptar idéntico comportamiento. De esta suerte, una mañana, la señora Orfila, al preguntar a su hijo –que se devoraba el lóbulo izquierdo de la oreja– dónde había guardado no sé qué cosa, no obtuvo respuesta alguna. Y no valieron súplicas ni amenazas. Llamado el perito en desaparecidos sólo pudo dar con un breve montón de excrementos en el sitio donde la señora Orfila juraba y perjuraba que su amado hijo se encontraba en el momento de ser interrogado por ella. Pero estas ligeras alteraciones no minaban en absoluto la alegría de aquellos habitantes. ¿De qué podría quejarse un pueblo que tenía asegurada su subsistencia? El grave problema del orden público creado por la falta de carne, ¿no había quedado definitivamente zanjado? Que la población fuera ocultándose progresivamente nada tenía que ver con el aspecto central de la cosa, y sólo era un colofón que no alteraba en modo alguno la firme voluntad de aquella gente de procurarse el precioso alimento. ¿Era, por ventura, dicho colofón el precio que exigía la carne de cada uno? Pero sería miserable hacer más preguntas inoportunas, y aquel prudente pueblo estaba muy bien alimentado.


* * *


SOBRE EL AUTOR...

Virgilio Piñera:(Cárdenas, 1912 - La Habana, 1979) Poeta, narrador y dramaturgo cubano considerado uno de los autores más originales e independientes de la literatura de la isla, a veces catalogado como integrante de la "literatura del absurdo".

Su vida estuvo marcada por numerosos viajes, sobre todo a Buenos Aires, donde vivió una larga temporada, entre 1946 y 1958. En una primera etapa colaboró en publicaciones cubanas como la revista Orígenes, de gran trascendencia en el panorama literario insular, ya que en su entorno figuraron escritores como J. Lezama Lima y C. Vitier, con quien Piñera mantuvo más de una polémica.

Su relación con Argentina se inició en 1943, a través de una singular correspondencia con el director de Papeles de Buenos Aires, A. de Obieta, hijo de Macedonio Fernández, a quien solicitó colaborar en su revista, a partir de lo cual se relacionó con el grupo de escritores argentinos liderados por Macedonio, que incluía a J. L. Borges. De regreso a La Habana, en vísperas de la Revolución, asistió allí al estreno de algunas de sus obras teatrales y colaboró en La Gaceta de Cuba.

Maestro en el arte de jugar con el absurdo, también como poeta se forjó un merecido reconocimiento con obras como Las furias (1941) o La isla en peso (1943), cuya singularidad se hizo evidente en La vida entera (1968), el libro que resume y antologa los temas constantes de su obra. Su lírica se hizo un lugar en las letras hispanoamericanas como una exploración inédita del inconsciente y de sus posibilidades formales, búsqueda que mantuvo en los restantes géneros que frecuentó.

Reseña tomada de:

Literatura del hambre. Parte I: "El hambre", de Manuel Mujica Láinez

Este cuento está incluido en Misteriosa Buenos Aires (1950), obra que contiene cuarenta y dos cuentos sobre Buenos Aires y sus personajes desde la hambruna en el villorio de Pedro Mendoza (1536) hasta la época de Rosas y la organización nacional. El cuento se basa en un hecho real relatado por el alemán Ulrico Schmidl, quien llegó al Río de la Plata con la expedición de don Pedro de Mendoza. En Derrotero y viaje a España y las Indias, Schmidl describe el obstáculo que impidió la concreción de los sueños de grandeza y riqueza del Mendoza: el hambre.
La gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo que los caballos no podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo hubo de ser comido. También ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que había muerto.
Ulrico Schmidl, Viaje al Río de la Plata, publicado en Frankfurt en 1567










Monumento a Pedro de Mendoza. Parque Lezama, Buenos Aires
Fuente de la imagen: Wikipedia
Es necesario tener en cuenta el contexto histórico en el que se encuadra el cuento “El Hambre”: la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires (1536) por Pedro de Mendoza. Pueden consultar la en el sitio web el historiador.
El hambre
Manuel Mujica Lainez
Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran querido sacarle de allí; hubieran querido arrastrarle en su silla de manos, blandiendo la espada como un demente, hasta los navíos que cabecean más allá de la playa de toscas, desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el cerco de los indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes.
Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir a los vivos de los muertos.
Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta allí se hubiera deslizado la voz espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su hermano don Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más distantes, de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse con sus cardenales en el castillo de Sant Angelo. Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.
¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al Brasil en pos de víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca del metal y de las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el pintado escudo del Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde.
Baitos, el ballestero, también imagina. Acurrucado en un rincón de su tienda, sobre el suelo duro, piensa que el Adelantado y sus capitanes se regalan con maravillosos festines, mientras él perece con las entrañas arañadas por el hambre. Su odio contra los jefes se torna entonces más frenético. Esa rabia le mantiene, le alimenta, le impide echarse a morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra como un estímulo violento. En Morón de la Frontera detestaba al señorío. Si vino a América fue porque creyó que aquí se harían ricos los caballeros y los villanos, y no existirían diferencias. ¡Cómo se equivocó! España no envió a las Indias armada con tanta hidalguía como la que fondeó en el Río de la Plata. Todos se las daban de duques. En los puentes y en las cámaras departían como si estuvieran en palacios. Baitos les ha espiado con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que para él algo valía, pues se acercaba a veces a la soldadesca, era Juan Osorio, y ya se sabe lo que pasó: le asesinaron en el Janeiro. Le asesinaron los señores por temor y por envidia. ¡Ah, cuánto, cuánto les odia, con sus ceremonias y sus aires! ¡Como si no nacieran todos de idéntica manera! Y más ira le causan cuando pretenden endulzar el tono y hablar a los marineros como si fueran sus iguales. ¡Mentira, mentiras! Tentado está de alegrarse por el desastre de la fundación que tan recio golpe ha asestado a las ambiciones de esos falsos príncipes. ¡Sí! ¿Y por qué no alegrarse?
El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la situación. ¡El hambre!, ¡el hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne! Pero no lo hay… no lo hay… Hoy mismo, con su hermano Francisco, sosteniéndose el uno al otro, registraron el campamento. No queda nada que robar. Su hermano ha ofrecido vanamente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un bocado, la única alhaja que posee: ese anillo de plata que le entregó su madre al zarpar de San Lúcar y en el que hay labrada una cruz. Pero así hubiera ofrecido una montaña de oro, no lo hubiera logrado, porque no lo hay, porque no lo hay. No hay más que ceñirse el vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un rincón de la tienda.
El viento esparce el hedor de los ahorcados. Baitos abre los ojos y se pasa la lengua sobre los labios deformes. ¡Los ahorcados! Esta noche le toca a su hermano montar guardia junto al patíbulo. Allí estará ahora, con la ballesta. ¿Por qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos podrán descender uno de los cuerpos y entonces…
Toma su ancho cuchillo de caza y sale tambaleándose.
Es una noche muy fría del mes de junio. La luna macilenta hace palidecer las chozas, las tiendas y los fuegos escasos. Dijérase que por unas horas habrá paz con los indios, famélicos también, pues ha amenguado el ataque. Baitos busca su camino a ciegas entre las matas, hacia las horcas. Por aquí debe de ser. Sí, allí están, allí están, como tres péndulos grotescos, los tres cuerpos mutilados. Cuelgan, sin brazos, sin piernas… Unos pasos más y los alcanzará. Su hermano andará cerca. Unos pasos más…
Pero de repente surgen de la noche cuatro sombras. Se aproximan a una de las hogueras y el ballestero siente que se aviva su cólera, atizada por las presencias inoportunas. Ahora les ve. Son cuatro hidalgos, cuatro jefes: don Francisco de Mendoza, el adolescente que fuera mayordomo de don Fernando, Rey de los Romanos; don Diego Barba, muy joven, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén; Carlos Dubrin, hermano de leche de nuestro señor Carlos V; y Bernardo Centurión, el genovés, antiguo cuatralbo de las galeras del Príncipe Andrea Doria.
Baitos se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos momentos en que la muerte asedia a todos han perdido nada de su empaque y de su orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose de la cuba para no caer, pues ya no le restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce todavía su roja cota de armas, con la cruz blanca de ocho puntas abierta como una flor en el lado izquierdo, y que el italiano lleva sobre la armadura la enorme capa de pieles de nutria que le envanece tanto.A este Bernardo Centurión le execra más que a ningún otro. Ya en San Lúcar de Barrameda, cuando embarcaron, le cobró una aversión que ha crecido durante el viaje. Los cuentos de los soldados que a él se refieren fomentaron su animosidad. Sabe que ha sido capitán de cuatro galeras del Príncipe Doria y que ha luchado a sus órdenes en Nápoles y en Grecia. Los esclavos turcos bramaban bajo su látigo, encadenados a los remos. Sabe también que el gran almirante le dio ese manto de pieles el mismo día en que el Emperador le hizo a él la gracia del Toisón. ¿Y qué? ¿Acaso se explica tanto engreimiento? De verle, cuando venía a bordo de la nao, hubieran podido pensar que era el propio Andrea Doria quien venía a América. Tiene un modo de volver la cabeza morena, casi africana, y de hacer relampaguear los aros de oro sobre el cuello de pieles, que a Baitos le obliga a apretar los dientes y los puños. ¡Cuatralbo, cuatralbo de la armada del Príncipe Andrea Doria! ¿Y qué? ¿Será él menos hombre, por ventura? También dispone de dos brazos y de dos piernas y de cuanto es menester…
Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas cuando las mueven con la sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla el encaje del mayordomo del Rey de los Romanos, sobre el desgarrado jubón; y el manto de nutrias se abre, suntuoso, cuando su dueño afirma las manos en las caderas. El genovés dobla la cabeza crespa con altanería y le tiemblan los aros redondos. Detrás, los tres cadáveres giran en los dedos del viento.
El hambre y el odio ahogan al ballestero. Quiere gritar mas no lo consigue y cae silenciosamente desvanecido sobre la hierba rala.
Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y el fuego parpadeaba apenas, pronto a apagarse. Había callado el viento y se oían, remotos, los aullidos de la indiada. Se incorporó pesadamente y miró hacia las horcas. Casi no divisaba a los ajusticiados. Lo veía todo como arropado por una bruma leve. Alguien se movió, muy cerca. Retuvo la respiración, y el manto de nutrias del capitán de Doria se recortó, magnífico, a la luz roja de las brasas. Los otros ya no estaban allí. Nadie: ni el mayordomo del Rey, ni Carlos Dubrin, ni el caballero de San Juan. Nadie. Escudriñó en la oscuridad. Nadie: ni su hermano, ni tan siquiera el señor don Rodrigo de Cepeda, que a esa hora solía andar de ronda, con su libro de oraciones.
Bernardo Centurión se interpone entre él y los cadáveres: sólo Bernardo Centurión, pues los centinelas están lejos. Y a pocos metros se balancean los cuerpos desflecados. El hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo. Y los tres cuerpos lívidos penden, con su espantosa tentación… Si el genovés se fuera de una vez por todas… de una vez por todas… ¿Y por qué no, en verdad, en su más terrible verdad, de una vez por todas? ¿Por qué no aprovechar la ocasión que se le brinda y suprimirle para siempre? Ninguno lo sabrá. Un salto y el cuchillo de caza se hundirá en la espalda del italiano. Pero ¿podrá él, exhausto, saltar así? En Morón de la Frontera hubiera estado seguro de su destreza, de su agilidad…
No, no fue un salto; fue un abalanzarse de acorralado cazador. Tuvo que levantar la empuñadura afirmándose con las dos manos para clavar la hoja. ¡Y cómo desapareció en la suavidad de las nutrias! ¡Cómo se le fue hacia adentro, camino del corazón, en la carne de ese animal que está cazando y que ha logrado por fin! La bestia cae con un sordo gruñido, estremecida de convulsiones, y él cae encima y siente, sobre la cara, en la frente, en la nariz, en los pómulos, la caricia de la piel. Dos, tres veces arranca el cuchillo. En su delirio no sabe ya si ha muerto al cuatralbo del Príncipe Doria o a uno de los tigres que merodean en torno del campamento. Hasta que cesa todo estertor. Busca bajo el manto y al topar con un brazo del hombre que acaba de apuñalar, lo cercena con la faca e hinca en él los dientes que aguza el hambre. No piensa en el horror de lo que está haciendo, sino en morder, en saciarse. Sólo entonces la pincelada bermeja de las brasas le muestra más allá, mucho más allá, tumbado junto a la empalizada, al corsario italiano. Tiene una flecha plantada entre los ojos de vidrio. Los dientes de Baitos tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano, entre esas pieles que Francisco le quitó al cuatralbo después de su muerte, para abrigarse. El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Eternidad Maldita - Textos Críticos

Chicos de 4°: les dejo los temas para el examen próximo. 
-Eternidad maldita, de Daniel Arias.
-Mitos de la conquista.
-"El narrador" de W. Benjamin.
-"De caníbales", de M. de Montaigne.
-Intertextualidad. 

El texto de Montaigne, "De caníbales" voy a dejarlo en fotocopiadora mañana, porque la versión que tengo digital no es buena. Los mitos de la conquista también los dejo en la fotocopiadora. Así que acá les dejo solo el texto "El narrador", de W. Benjamin.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Actividades del 3° trimestre Aula 1@1

Chicos: acá dejo las actividades que realizamos durante este trimestre. Los que deben algo, pónganse al día.
Cualquier duda, me preguntan.

Actividad del 22/09

Busquen y elijan algunas tiras de Mafalda en las que se reflejen:

- los cuestionamientos a los roles tradicionales de las mujeres,
- los cuestionamientos a la autoridad del padre,
- la politización de los jóvenes,
- el pacifismo,
- la importancia del consumo y del confort para las familias de clase media.

¿Cómo aparecen estos temas, qué es lo que se cuestiona y qué se valora en cada caso, en comparación con los valores actuales?

Actividad  05/10
Buscar la tapa de un diario de la época del evento histórico elegido en Literatura y en Sociales. Publicarlo en el blog y analizar cómo es tratada la noticia. 

Actividad del 06/10
-Buscar una misma noticia, de cualquier tema, en dos diarios diferentes.
-Analizarlas y consignar en un documento las diferencias existentes: uso del vocabulario, punto de vista, título y cuerpo de la nota, apartados y columnas.